La mirada de un niño conmueve a cualquiera y ablanda hasta el corazón mas duro.
La mirada de mi hijo siempre fue esquiva casi nunca miraba a nadie, y eso me extrañaba. Lo entendí después que diagnosticaran a mi hijo, con un trastorno del desarrollo, TGD.
Ósea estaba desconectado del mundo que lo rodeaba, así que, esos pocos momentos que él me brindaba una mirada, eran para mí alimento puro, una delicia a mis sentidos que solo los que son padres lo pueden comprender.
Su mirada alimentaba mi alma, mi ser y era el motor para seguir adelante, esta obra lleva su nombre y tiene esa carga emocional, de ese gesto juguetón y travieso que siempre caracterizó a mi hijo.